viernes, 9 de diciembre de 2016

Del asunto de ser mujer y otros miedos

Es cierto que la violencia de genero viene desde hace mucho, y que de hecho ahora todo esta mas controlado y las mujeres tenemos mas derechos (ay si gracias, que detalle), pero no puedo evitar ahora sentirme con miedo, tal vez porque cada vez salen mas a la luz los escabrosos y macabros casos que ocurren cada día en el mundo, no sé.
No quiero caer en ese error de decir "es que los hombres..." "los hombres no..." "las muertes de mujeres..." una vida es una vida, sin importar si es hombre o mujer, es tan grave la muerte de una mujer como la de un hombre, el problema viene cuando la muerte de la mujer es por el hecho de ser mujer, repito tal vez siempre fue así y yo no lo noté.

Realmente no entiendo como a alguien le cabe de la cabeza tanta maldad.

Ahora, y gracias a los medios no puedo evitar tener miedo, siempre he sido muy prevenida, los que me conocen lo saben, no hablo con extraños, no invito a nadie a mi casa a menos que lo conozca de tiempo y ni hablar de una relación, en las discotecas no le hablo a gente que no conozca, ni mucho menos recibo nada de nadie, pero últimamente no sé, es como si el miedo se aumentara, aveces me da miedo estar por ahí "sola" en la calle, o pasar en mi bicicleta por una calle llena de hombres con mi ropa de verano es una tortura, si alguien se me acerca mucho me pongo alerta... si eso es aquí no quiero saber como estaría si aun viviera en Bogotá (para nadie es un secreto la inseguridad que se vive a diario en Bogotá), o por ejemplo una ida a la plaza de mercado, es increíble como no puede ir una mujer sola, una cocinera sola a la plaza de mercado a comprar cosas para su restaurante sin ser violentada y ofendida por la gente, por hombres que te pasan al lado y te gritan cosas que prefiero no repetir o tratan de comprarte como si fueras una lechuga mas del mercado.

Ahora, creo que el cambio empieza por nosotras, con detalles tan pequeños como hacer que una persona como el que canta "eso en cuatro no se ve" no venda mas discos y se sienta avergonzado por las cosas que canta seria un lindo inicio, pero no, desgraciadamente todas son felices cantando eso, o nicky jam, o reykon o todos esos otros que no me les sé el nombre pero todos son terribles y fomentan esa violencia de la que tanto nos quejamos todos los días, o que en los programas de televisión la parte central no sea una vieja bailando casi en bola (no sé muy bien en Colombia, pero aquí el programa con mas audiencia es uno con viejas casi en bola bailandole sexy al presentador... pero si, eso es lo que vende.)

Yo quisiera no tener miedo, y quisiera que si tengo una hija en algún momento tampoco lo tuviera.

El maltrato contra la mujer se ve en todas partes y en todos los contextos, desde un "inocente piropo" hasta, bueno... ya saben todo lo que pasa, y nunca nada es una excusa, yo también salgo a las 3am a la calle, yo también estuve una semana en montañita bebiendo y "de fiesta", yo también me visto como quiera y mas en estos días de calor, yo también me he quedado en hostales en habitaciones con 8 personas mas, pero claro, como todo eso es acompañada de un hombre por eso nunca me pasó nada.

Quizá esto no lo lea nadie, o no cambie la mentalidad de nadie, pero bueno es una manera de desahogar esa impotencia que siento al ver tantas cosas, y al notar que a mi me pasan esas cosas a diario, e igual, es mi blog y escribo lo que quiera.

Una vez mas, EL CAMBIO EMPIEZA POR NOSOTRAS, mujeres quieranse, amense mucho.


Gracias

Helena Black



miércoles, 16 de noviembre de 2016

Medellín vs Narcos




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Wagner Moura interpreta a Pablo Escobar en "Narcos", la serie de Netflix.CreditJuan Pablo Gutierrez/Netflix
MEDELLÍN – En marzo de 2004, pocos meses después de asumir como alcalde de Medellín, llegó a mi oficina un reconocido gurú del mercadeo de ciudades. Proponía una marca para la ciudad basada en el esplendor de su eterna primavera. No nos entendimos. Medellín ya tenía una marca. El problema no era el desconocimiento, sino las razones por las que era conocida: el narcotráfico, asociado con el Cartel de Medellín que encabezó Pablo Escobar. Después de reparar en esto, concluimos que la única forma de cambiar la percepción de nuestra ciudad era lograr que el mundo viera y entendiera cómo superamos tantos años de terror.
Más de una década después, Medellín vuelve a estar de moda. La serie Narcos de Netflix nos pone de nuevo bajo los reflectores internacionales y de nuevo de la mano de Escobar y su mundo de criminalidad y barbarie.
Narcos es una versión light de una realidad profundamente compleja. La serie presenta la historia de Escobar desde la perspectiva de la DEA en la llamada Guerra contra el Narcotráfico, sin el más mínimo conocimiento ni interés por la condición de nuestra sociedad: un thriller con héroes americanos que termina por dibujar y reforzar una caricatura de país. La confusión entre hechos reales y ficción da como resultado una versión desfigurada de lo que realmente ocurrió.
Las interpretaciones de nuestra tragedia que solo reafirman un cliché facilista terminan convirtiéndose en una “verdad” enlatada para audiencias desprevenidas. El caso de Narcos nos duele, porque volver a representar a Medellín a través de Escobar y su violencia demencial es reabrir una herida que todavía no sana completamente. Preferiríamos que nos reconocieran por el arte de Botero o la música de Juanes o la bicicleta de Mariana Pajón. Y mucho más aun por la historia de cómo Medellín ha ido recuperándose del periodo que retrata Narcos.
El narcotráfico empezó en Medellín a finales de los años setenta, en una ciudad donde muchos jóvenes crecían sin oportunidades ni esperanza. Eran hijos de familias campesinas que llegaron a la ciudad huyendo de la confrontación violenta entre conservadores y liberales que dejó miles de víctimas y mucho resentimiento. La sociedad no tuvo respuestas para la realidad socioeconómica que creció en sus barrios. La desigualdad no fue entendida y mucho menos atendida.
La primera generación de narcotraficantes apareció en ese contexto. Descubrieron que la cocaína era un mercado a explotar en Estados Unidos y se dedicaron a conquistarlo.
Al comienzo, Escobar se convirtió en el “Robin Hood Paisa”: repartió dinero a diestra y siniestra, entró a la política y soñó con ser presidente de Colombia. De su mano, muchos jóvenes buscaron en el tráfico de drogas y la criminalidad las oportunidades que no tenían, y a cambio encontraron la muerte. Después de corromper y estremecer los cimientos de nuestra sociedad, Escobar terminó solo, pistola en mano, asesinado en el techo de una casa en Medellín. Sin duda cambió el rumbo de nuestra historia ganándose, en su lugar, un capítulo estelar en la historia universal de la infamia.
Los guionistas de Narcos no hacen ni el más mínimo esfuerzo por mostrar hasta qué punto el miedo y la zozobra permearon todos los rincones de Medellín y Colombia. En los momentos culminantes en la batalla contra Escobar, en lugar de reconocer la realidad social que se vivía, presentan a César Gaviria, entonces presidente de Colombia, como un hombre mediocre y pusilánime, e ignoran olímpicamente el valor de los colombianos que en esa época tomaron decisiones y acciones que no permitieron que el país sucumbiera ante el narcotráfico. Sin duda la ayuda internacional fue muy importante para vencer a Escobar. Pero en Colombia muchos piensan que los verdaderos enemigos son los consumidores en el exterior y que los mártires han sido los miles de colombianos que han muerto atrapados en esta guerra.
Más importante aún: Colombia y Medellín no cayeron. Resiliencia es la palabra que mejor nos describe. Medellín es un ejemplo digno de mostrar. De 380 homicidios por cada 100.000 habitantes a comienzos de los noventa, pasamos a tener hoy cerca de 20 homicidios por cada 100.000 habitantes. Todavía suceden muertes violentas, pero hemos avanzado bastante en los últimos 30 años. Después de vivir sometidos por el miedo, y gracias al sacrificio y esfuerzo de personas y organizaciones que enfrentaron lo peor, llegó el momento de la esperanza.
La esperanza se construye y surge cuando la sociedad recupera la confianza. Es una expresión de la calidad de la política, el pacto de confianza entre los líderes y los ciudadanos que permite señalar camino creíble hacia un objetivo común y tangible, y empezar a alcanzarlo.
La ruptura con la política tradicional, asociada con la corrupción, fue el pacto de confianza que hicimos en Medellín y significó un punto de quiebre. En lugar de seguir actuando bajo la premisa de que “el fin justifica los medios”, estábamos convencidos de que los medios justifican el fin. Para transformar Medellín optamos por la transparencia, y confiamos en las capacidades de las personas y las comunidades.
De esta forma empezamos a recorrer el camino hacia una profunda transformación de la ciudad a través de una combinación de ética, política y estética. Las comunidades fueron los actores principales de nuestros programas sociales, basados en el criterio “lo más bello para los más humildes”.
¿El resultado? Construimos nuevos colegios, parques-bibliotecas, viviendas, centros de salud, canchas deportivas, centros de emprendimiento barrial, espacios culturales. El Parque Explora, dedicado a la divulgación de la ciencia, y el Parque del Emprendimiento se convirtieron en nuevos símbolos urbanos. Esta transformación de los espacios públicos le cambió la piel a la ciudad. Y todo fue apuntalado con programas de desarrollo humano, becas para estudios universitarios que apoyaron la reinserción de autodefensas y crearon un futuro mejor para los jóvenes.
Al mismo tiempo, sacudimos algunas de nuestras tradiciones más retrógradas como los reinados de belleza, típicos de Medellín, que convertimos en concursos de talento para las jóvenes, en contraposición con la idea de que la belleza física es un requisito para ser aceptadas en la sociedad.
Este conjunto de iniciativas de cultura urbana y ciudadana nos ayudó a recuperar la esperanza y la autoestima, indispensables para pasar la página de la violencia y la destrucción, y empezar a escribir un nuevo capítulo en la historia de Medellín.
Escobar murió en 1993, pero después de cuatro décadas, su herencia sigue presente en las principales discusiones del país. Narcos ignora los profundos males culturales que introdujo la búsqueda de la riqueza fácil que aún perduran y también los nuevos marcadores sociales de poder asociados a la denominada “cultura traqueta”. El poder corruptor con el que Escobar infectó la política sigue presente. Así pues, el camino es largo, las heridas muy profundas y muchos los obstáculos por superar.
La industria de la televisión juega un papel importante en todo esto. Puede prolongar los lugares comunes que nos estigmatizan o transmitir de manera creativa los valores que nos ayudaron a superar la violencia. En Medellín ya vimos el rostro de la esperanza y sabemos que mejores series están por escribirse.